miércoles, enero 06, 2010

Don Patricio Navia:

9 parroquianos

Sorprendente, asombroso, relativo, dudoso y muchos adjetivos más, incluso unos muy feos.

Creo que Hasbún (el cura patético) es verdadero, el cree en lo que dice y yo creo que él cree.
No solo creo que Longueira cree en lo que dice, creo también en su análisis. Por lo general es bien sesudo y con un nivel de objetividad bastante aceptable.

Creo que Escalona es falso; aparece con una careta democrática mientras le pega por atrás a J. A. Goméz. En este último, no sé por qué, pero le creo, me parece auténtico

No por creer que Hasbún cree en lo que dice o creer lo que Longueira dice, me hace estar de ese lado de la barda. Ser de izquierdas no significa creer en cada uno de sus dirigentes como un vil obsecuente que no tiene capacidad de crítica.

El común denominador de cada uno de ellos es que son coherentes consigo mismos. Finalmente, la peor traición no es no es para con los demás, sino para con uno mismo.

Creo que Piñera es falso, probablemente se persigne cada noche como una forma de expiar las mentiras ante su dios de lo que ha dicho durante el día; sus gestos, sus tics lo delatan. Creo que la débil institucionalidad de las políticas sociales se verá afectada con el afán especulador de este personaje que nunca ha emprendido nada en su vida.

Yo creía que Ud. era un analista que se respetaba. Creo, finalmente, que Ud. se equivoca, se traiciona a sí mismo. Creo que su meteórico asenso en las lides políticas le nubló la visión, lo mareo y le está haciendo decir tonteras. No puedo, por tanto, respetar a quien no se tiene un mínimo de respeto.

martes, marzo 24, 2009

Profesores que hablan mucho (primera parte)

14 parroquianos

“Es mejor tener la boca cerrada y parecer estúpido que abrirla y disipar la duda”.

Mark Twain.

"Poder y saber se articulan por cierto en el discurso. Y por esa misma razón, es preciso concebir el discurso como una serie de fragmentos discontinuos cuya función táctica no es uniforme ni estable. Más precisamente, no hay que imaginar un universo del discurso dividido entre el discurso aceptado y el discurso excluido o entre el discurso dominante y el discurso dominado, sino como una multiplicidad de elementos discursivos que pueden actuar en estrategias diferentes."

Michel Foucault


Hace ya bastante tiempo que he tratado de encontrarle la culpa a la Dictadura por los problemas en la educación; siempre hay que encontrarle la culpa a la dictadura. Hay variadas circunstancias por las que se podría hacer la asociación: mala calidad de la educación – dictadura. Se podría hablar del problema que ha implicado la municipalización en el cambio del modelo jurídico administrativo, o del presupuesto y la deuda histórica con los docentes que se arrastra desde que el señor de las estrellitas era amo y señor, pero ninguna, hasta ahora, es una explicación sociopsicológica que asocie ese periodo gris con lo heredado en nuestras conciencias. Eso es lo que me parece haber descubierto, y quizá se trate no sólo de una variable social, sino de lo que ocurre en el interior de cada uno de nosotros. Espero que este acto (escribir) expulse cualquier rastro de la ignominia de llevar eso en la en la conciencia (y la inconsciencia).


En todo caso, en esta ilusión de haber descubierto algo, hay que considerar que parece no existir ideas originales y que todo es copiado o remedado de lo que otros, adelantándose, ya han realizado: “El hombre (…) es el más imitador (mimetikotaton) de todos los animales y es imitado (dia mimeseos) como adquiere sus primeros conocimientos”[1].
Se podría decir, no sin cierta ironía, que la propiedad de las ideas es más bien de quien las escribe, por la forma en que las escribe y de cómo articula eso que cree novedoso. Esa ilusión de propiedad (he ahí la ironía) deja de serla una vez que las ideas están escritas y vuelven nueva y libremente a circular en la lectura de otros, que leen lo que quieren leer y no lo que, bajo el signo de un mandato, se creyó necesario escribir. Se podría decir que sólo ahí radica lo novedoso, en el ejercicio de escribir, en entender que no es propiedad sino, por el contrario, expulsión en la escritura de algo que se creyó tener y poseer. Lo único propio es la creencia de haber tenido algo, lo propio es lo que queda luego de escribir: lo que se cree. La conversación con otras personas y las ideas que ellos, probablemente, también birlaron a otros (y que a su vez esos otros sacudieron de otros otros), es lo que presento ahora y que, por supuesto, como tal y como siempre, intenta sacar un par de demonios internos.


Lo primero que se debe hacer para el análisis es identificar los lugares, signos y sujetos en cuestión. Luego, disponer esos elementos en escena y crear un problema (¡crear un problema! Quizá la solución sea entonces no escribir esto), en este caso, el de la educación y su calidad. Es importante no olvidar que el tema debe ser asociado a las circunstancias históricas aludidas en el primer párrafo: la Dictadura. Finalmente, y para que no se preste a confusión de algunos que quieran comentar este texto, es necesario determinar el tropos que servirá de eje para el análisis.

Para ajustar las expectativas respecto de lo que a continuación se escribirá, es importante señalar que el tema se aborda desde lo que significa el acto del habla (y, por oposición, el acto del silencio), mas no de hacerse cargo de los distintos vericuetos de la educación (currículo docente, objetivos transversales, contenidos mínimos obligatorios, marco curricular, planes y programas, etc.). Es decir, se analiza la educación desde una dimensión actitudinal, desde la ética que ahí se pone en juego o, de su método, pero no desde el conocimiento y la especialidad, que finalmente son una excusa para educar, pero que no educan, sino que enseñan. Por otra parte, del tema de la “emociones” (a lo Casassus, o a lo Maturana), qué te puedo decir…, nada: - que el weón fuma. Diría Coco Legrand.



[1] Aristóteles: Poética. Citado en Bourdieu, Pierre. El sentido de lo Práctico. Buenos Aires: Siglo XXI, 2007. Pág. 43.

viernes, diciembre 12, 2008

Teta y falta

4 parroquianos

La falta de la falta deviene en angustia. Yo lo creo. Sólo es necesario dar un vistazo para darse cuenta de aquello.

¿En qué consiste esta falta? No se puede hablar de ello sin tener presente que el deseo es un actor principal en esta cuestión, desde que nacemos, deseamos; primero deseamos satisfacer la necesidad de alimentarnos y lo hacemos a través de la teta, luego nos damos cuenta que lo que nos alimenta también nos procura placer; cada vez que perdemos el equilibrio, la homeostasis, cada vez que se retira la teta, la deseamos. Y la deseamos, precisamente, cuando no está. Con más edad el objeto de deseo va mutando (aunque es siempre el mismo) y deseamos otras cosas (siempre que tengan cara de teta), por ejemplo, los regalos que pedimos al viejito pascuero o, deseamos a la vecina (por sus tetas) cuando crecemos un poco más. También sublimamos nuestros deseos en cuestiones que se suponen más profundas; lograr tener una profesión, aprender algún oficio o, deseamos escribir un pequeño ensayo como ocurre con este texto. Siempre el deseo, siempre la añoranza por ese objeto primordial que impulsó el primer movimiento, que rompió la inercia, que instaló la falta.

Pero ¿qué pasa si retiramos el deseo, si en su lugar mantenemos la satisfacción permanente? La respuesta no se refiere a hacer desaparecer la teta o al viejo pascuero y sus regalos, o a la vecina y sus bordes, se trata de dejarlos ahí, puestos en el lugar de la satisfacción; dejar la teta en la boca del bebé, lograr que su llanto por comida (y también por placer) sea aplacado por la inmensidad del pecho. Ahora empieza a ocurrir lo contrario, es el niño el que ahora quiere sacar la boca y hablar, y el otro, con su inmensidad, con su colonización psíquica, no lo deja. La falta empieza a faltar, entonces la melancolía empieza a hablar.

La cuestión se refiere a la satisfacción de los que podrían ser llamados “deseos primarios” y no de los otros, como el de una profesión u oficio. Estos últimos siempre remiten a los primeros, el deseo por una profesión siempre esconde un deseo primario, no sublimado, sino pregúntenle a su proctólogo, o sospechen de él, al igual que del ginecólogo, y pregúntese, cuando los examine, por qué a este tipo le gusta meter la mano ahí (tampoco es para exagerar y dejar de ir a examinarse..., las sensaciones pueden ser bastante agradables, sobre todo, en el caso de los hombres, cuando tienen más de 50 años. Para mí eso todavía es una hipótesis). O háganle esa pregunta sin respuesta: ¿porque eligió esa profesión? No van a escuchar nada serio (o enserio) como respuesta.

Esto es como el drama del refrigerador lleno que sufre la anoréxica; no es necesario desear comer, si el hambre no existe. No es necesario desear si el deseo esta obturado y colonizado por la permanente satisfacciòn que el el otro procura.

Para revertir esto hay que convocar al propio deseo con tanta fuerza para que el otro escuche su contenido: ha llegado la hora de desear dejar de ser satisfecho. por otro Es el momento del propio deseo (dejar de comer), distinto al del otro (dar de comer).

Y esto abre el último punto de este problema. La falta de la falta ocurre siempre en una relación con otro, que se reverbera a uno mismo. Su hijo(1), murió hace un año y, claro, se sigue escribiendo, se sigue hablando de aquello que falta. Eso es melancolía, es añoranza, es la suma de otra falta: falta + falta = angustia.

La fórmula se revela entonces como preguntas ¿Cuál es esa falta que hace desear seguir escribiendo? ¿Desde dónde emerge sublimada la sumatoria y deviene en nuevo deseo, en renovado empuje de vida? Esa sumatoria de faltas, esa melancolía por el hijo extinto, es el deseo de completarlo, de asistirlo. Ya no se puede estar con él, con su deseo, con su vida. Falta entonces la falta de otro y que hace que la propia no tenga lugar donde radicarse. Movimiento inverso al drama del refrigerador, pero con idéntico resultado: melancolía. Uno porque no está y el otro porque abruma con su satisfacción. En ambos se siente en la nuca el resoplido de la muerte, en ambos el deseo ha dejado de tener el empuje que sostiene la vida y para que esta última tenga oportunidad, siempre, nuevamente, ha de faltar algo.

Para los cristianos es un poco más sencillo, les tranquiliza la idea que podrán reunirse en el “más allá”, donde podrán, nuevamente, en el reencuentro de la “vida eterna”, ubicar la falta en el otro. Pero esa prolongación de la vida, la vida eterna, no es más que una ilusión, y de ilusiones vive mucho más de la mitad de la humanidad.


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(1) Ver en Warnken, Cristián: “Árbol de Pascua”. En Emol.cl, Jueves 11 de Diciembre de 2008






sábado, diciembre 06, 2008

Preguntas sin respuestas

4 parroquianos

Le pregunté a mi analista: ¿Por qué le gusta el psicoanálisis?. Por supuesto la respuesta, al igual que la de mi mujer, fue una sin respuesta.

Antes, durante y luego de hacerla, siempre me pareció una pregunta weona. Porque es una pregunta que uno sabe, más o menos, su respuesta; se sabe que es una pregunta que remite al origen, a la esencia de las cosas, es decir, la respuesta contiene algo que a todas luces es evidente, que refleja la elección de algo y la renuncia a otra. El ejercicio de hacer una pregunta a otro contiene, primero, la interrogación al mismo que la realiza. La insistencia de hacerla es por las ganas de remover en el otro algo propio, es querer confirmar la propia respuesta en el que se tienen al frente; es querer saber de dónde uno viene, es una pregunta para saber quién soy y a quién se tiene al frente, o al lado, o atrás (¡uyyy!), y saber o confirmar un origen más o menos común. Obviamente, los psicoanalistas saben eso y por eso no responden, porque el origen, lo común, es una ilusión que se construye en la imaginación.

La pregunta, esa que queremos hacer, pero que por temor a la ridiculez -por la fuerza de su obviedad- no la hacemos, esa pregunta weona, alude a una relación no sólo con el propio fantasma, también con el fantasma que habla de la impertinencia de ciertas preguntas; preguntar o decir, por ejemplo, cuánto dinero se gana - esa pregunta que sólo alguien con una estética excéntrica, desde lo kitsch, desde el exceso, podría venir a reinstalar - o preguntar por el gusto por la política (gusto para administrar la escasez), o por la existencia de personas pobres, etc. Preguntas nimias, inocentes, preguntas que en la infancia, desprovistos de criterios conservadores, hacíamos sin problemas: ¿Por qué esa tía tiene bigotes? ¿Mamá, por qué el cura Juan le toca las piernas a mis compañeros? ¿Por qué me trajeron a este mundo? ¿Por qué su papá le pega a mi primo?

Demasiado tiempo la Concertación nos ha acostumbrado a callar esas preguntas weonas - o a hacerlas en tono bien bajito -, por ejemplo, ¿por qué mierda defendieron a Pinochet cuando estuvo en Londres? ¿Por qué los empresarios aman a Lagos ? ¿Por qué si en el 89 se nos dijo que se iba a cambiar esta cuestión, seguimos en la misma? Entonces ¿Por qué esa pregunta que se hizo una vez, tenemos miedo a repetirla? ¿Por qué, pero realmente por qué, el guatón Francisco, que se cree tan hábil, siguen publicitariamente mendigando plata a todos y no se birla a los que tienen en demasía?

Olvidar la pregunta es en parte olvidar, también, que la respuesta puede ser construida. La amnesia puede llevarnos a hacer algo, con absoluta naturalidad, sin tener claro el sentido del porqué se hace lo que se hace. Eludir responder es "sacarle el cuerpo al bulto" y así evitar ser tocado por eso que es más propio que cualquier otra cosa: la verdad que todos quieren (y eso también lo saben los psicoanalistas), pero de la que nadie se quiere hacer cargo.

Los mitos en algún momentos respondieron a eventos verificables, en algún momento fueron historia hasta que los mismos historiadores los expulsaron de su categoría, de si nivel e importancia. La fuerza de la tradición y la costumbre, lo conservadoras que advienen en ciertos momentos las sociedades, logran instalar, nuevamente, como cuestiones naturales, los mitos y sus consecuencias (ritos). Todo ese movimiento realiza lo que luego es necesario, con mucha persuasión, desmentir: no es cierto que el viejo del saco te va a comer; no es cierto que los comunistas se comen a las guaguas, no es cierto que el Trauco existe, no es cierto que en Chile no se puede redistribuir. Sí es cierto que si sales solo a la calle te pueden atropellar, sí es cierto que los comunistas querían a las guaguas para hacer más comunistas, sí es cierto que el Trauco es el tremendo pico que les gusta a las mujeres y sí, es cierto que los coñetes empresarios no tienen la más mínima intención de redistribuir.

Demasiado tiempo (17 años) lejos del poder lograron que, para cuidarlo, dejaran o nos conminaran a dejar de hacer esas preguntas impertinentes y que podrían molestar a quienes dominaron a fuerza de cañón. Hoy el problema no es tanto que hayan dominado (mal que mal el tiempo ha curado las heridas), sino que su recuerdo reactualiza la posibilidad, como una amenaza, que puedan volver a hacerlo (y con ello hoy chantajea la Concertación). Tanto va el agua al cántaro que finalmente, un 10% de reajuste, la movilización pingüina y las futuras movilizaciones, todo ello es la expresión de muchos años de tener que callar esas preguntas weonas. El tema es, y paso el aviso para estar atentos y que no nos caguen de nuevo, que la instalación del mito es mucho más fácil que su desmontaje; te pueden cagar tu 10% de reajuste con soterrados mecanismos de desvalorización de la moneda.

Cuando queda alguna cagaa a nivel nacional, se nos hace ver la preocupación que debemos tener porque esos hechos deterioran la “imagen del país”; si nos movemos un poco, si protestamos, si paramos, si reclamamos, caemos en falta, nos hacen caer en falta. Esa es una estrategia: hacer caer en la falta y bueno, a continuación siéntanse culpable por la cagaa que se mandaron con la protesta ya que pudiese desequilibrar la macroeconomía. Tan pequeña es nuestra identidad y nuestra autoafirmación que más dependemos de los que otros nos digan que de lo que nosotros mismos podamos decir o autoafirmarnos. Pero no me la creo. Por el contrario (y activemos la paranoia), creo que es un cuento, como los mitos, que más que reflejar el miedo al que dirán los extranjeros, encubre un temor más cercano, el miedo a la derecha y sus poderes fácticos. Y creo que tal vez sería bueno que la derecha ganara de una vez por todas, no porque prefiera que la derecha gobierne (jamás), sino para desvirgar ese temor y convertirlo en un afán por ser más insolentes, más contestadores con los adultos, más de lo que siempre quisimos ser, más desmontadores de mitos, más como “El Clinic”.

Viva “El Clinic” 10 años más.



Próximamente, más preguntas weonas.

lunes, diciembre 01, 2008

Cartas iban, cartas venían

1 parroquianos

Primera Misiva:

Srs. Metro S.A.

A través de la presente quiero manifestar mi molestia por el sistema de audio y televisión que se ha implementado en los vagones del metro de la línea 4. Finalmente, este sistema se ha convertido en una herramienta para la venta de publicidad, pero que produce contaminación acústica y ensucia la imagen de Metro S.A.

Ruego a Ud. reevaluar la instalación de este sistema, retirándolo y así entregar un servicio de mejor calidad a sus usuarios.

Les saluda atte.

Moebius



Respuesta:

Estimado Cliente:

Junto con saludarle cordialmente, damos respuesta a reclamo referido al volumen y programación de los Monitores de SubTV en los trenes de Línea 4.

Primero que todo, quiero agradecer su preocupación por la calidad del servicio que ofrecemos a nuestros usuarios. Respecto a su inquietud en particular, puedo informarle que, antes de la puesta en marcha del servicio de los monitores instalados en las estaciones de Metro de Santiago para todos nuestros pasajeros, se realizaron distintas pruebas técnicas y se concluyó que el sonido de los monitores no excede los niveles máximos permitidos según establece la Ley 16.744, relativa a Normas Sobre Accidentes del Trabajo y Enfermedades Profesionales. Sin embargo, en algunos momentos del día la sensación acústica puede ser mayor debido al movimiento propio de una estación, entiéndase en este aspecto la gran afluencia de usuarios y el desplazamiento propio de los trenes, no obstante, para asegurar un funcionamiento óptimo de estos equipos, el proyecto contempla la medición del nivel de audio en forma anual, sin que hasta ahora se hayan detectado anomalías respecto al nivel del sonido que establece la Ley mencionada.

El audio de los equipos de TV y plasmas están regulados según pauta operacional del entorno, para entregar una señal audible y pareja dentro de cada estación, además están configurados por tres niveles de volúmenes en decibeles que se programan, según el horario, desde la central de control de audio, estos niveles son alto, medio y bajo. Cabe mencionar que los tres niveles no necesariamente son iguales en todas las estaciones, ya que su estructura y acústica son diferentes, pero sí se mantienen estas tres opciones durante el transcurso de un día. En cuanto a la programación, está sujeta a definición según la parrilla horaria de avisadores que arriendan espacios de exposición comercial, otros contenidos son variados y enfocados a la cultura, entretención, información, educación, humor y entrevistas; todo dirigido a un público masivo transversal a los distintos tipos de usuarios que actualmente ocupan nuestro servicio, en tanto, el contenido musical es programado de acuerdo con las diferentes épocas musicales que fueron hit y que están en la memoria de la mayoría de nuestros clientes.

En referencia a la evaluación del sistema, de acuerdo a la última encuesta realizada en el primer semestre de este año 2008, la instalación de las pantallas en las estaciones y trenes de Línea 4 ha sido muy bien recibida por la mayoría de nuestros usuarios, quienes consideran la medida como un aporte para hacer más grata la espera y su traslado, y agradecen un poco de distracción e información durante sus viajes. No obstante lo anterior, y acogiendo su reclamo, hemos solicitado directamente a la empresa SubTV que realice una nueva revisión de los actuales volúmenes, especialmente al interior de trenes, y realice los ajustes correspondientes de detectarse anomalías, según lo programado.

Agradecemos el que nos haya planteado esta inquietud, puesto que ello nos permite detectar desviaciones entre el servicio efectivamente brindado y el servicio que de acuerdo a nuestros estándares de calidad, queremos y debemos entregar a nuestros clientes.

Sin otro particular y esperando una acogida favorable, le saluda atentamente,

Oficina Atención Clientes Línea 4-4A

Metro de Santiago

Segunda Misiva y respuesta a la respuesta
(Pensarán que uno es weón)


Señores Metro de Santiago:

El sistema implementado tiene por finalidad aportar nuevos recursos por la vía de arriendo de espacios publicitarios. Así es como se ha llegado a comercializar espacios para publicidad, como las paredes de las estaciones, las puertas de salida, el suelo, las ventanas de los vagones, el techo interior de los vagones y quizá qué otra cosa más se les pueda ocurrir a los inventivos publicistas (quizá nos exijan con la recarga de la tarjeta “bip” pegarnos un “stiker” en la frente con alguna marca publicitaria). Todas esas cosas hasta cierto punto se pueden tolerar, pero me parece un exceso la contaminación visual y acústica que se produce en la materia relacionada a mi reclamo.

Es cierto que la mayoría de los usuarios puede recibir muy bien y considerar “la medida como un aporte para hacer más grata la espera”, pero no es menos cierto que quienes hacen la encuesta (o quien mandata a hacerla) son parte interesada. Por lo tanto, como instrumento y metodología de investigación, no deja de generar ciertas sospechas por el sesgo en que se pueda haber incurrido.

Agradezco a Uds. vuestra consideración al contestar con tanta contundencia y respaldo técnico al reclamo que les he señalado. La verdad es que la situación es un poco menos alambicada y su solución menos enredosa. Los televisores al interior de los vagones molestan y punto. Al igual que en los buses del Transantiago (del cual Metro es parte del sistema), como usuario, espero tener la oportunidad de recordarle al chofer (en este caso a uds.) que "la radio del vehículo podrá ser puesta en funcionamiento siempre que su volumen sea moderado y ningún pasajero se oponga” (Decreto Supremo 212 /92, artículo 50). En este caso, me opongo a su funcionamiento y espero que la fuente de emisión de sonidos, entiéndase televisores al interior de los vagones de los trenes del metro, de la línea 4, sean apagados.

Entiendo que Metro no se rige por las leyes del tránsito, pero tengo altas expectativas que Metro pueda cumplir con el espíritu de dicha normativa, con la ética y el respeto al pasajero.

Finalmente, agradezco a uds. por algo que debería ser común a todas las empresas: responder los reclamos.

Les saluda atte.
Moebius



... esto fue hace como dos semanas. Todavía espero la respuesta, eso sí, me dijeron que me sentara...

sábado, noviembre 22, 2008

Curso de semiótica con aplicaciones topológicas

1 parroquianos

Para leer esto primero hay que saber que la topología es ESTO y la Semiótica es esto OTRO

En una relación entre Ud. y una empresa cualquiera, se podrían identificar los siguientes signos:

Signo1: Identidad. Representación: Carné de identidad.
Signo2: Identidad. Representación: Nombre propio.
Signo3: Institución. Representación: Sistema.

Con esto claro podemos ir a los pasos prácticos:

Consejo para cagarse a las telefonistas que te llaman para ofrecerte weas (tarjetas de crédito, créditos de consumo, analgésicos para soportar las llamadas de otras empresas):

Tenga en cuenta lo siguiente: cuando Ud. llama a un call center para que les resuelvan algún problema, siempre le piden su nombre (signo2) y su Rut (signo1). Si Ud. se niega a entregarle esos datos le van a contestar que "no lo van a poder atenderlo na' porque el sistema (signo3) lo requiere". Si no lo entrega el sistema (signo3) no funciona. Seguro lo escuchó en más de alguna oportunidad. Bueno, en ese momento no le queda más alternativa que entregarlo, porque de lo contrario no va a obtener lo que anda buscando, pero momento, ahora viene la revancha.
Las empresas necesitan captar clientes y para ganarle a la competencia incurren en prácticas reñidas con la ética. Ahí es cuando traspasan el límite entre el espacio público y se meten en las casas a través de llamados telefónicos que hacen gracias a una bases de datos telefónicas que son vendidas por otros tránsfugas.
No se ofusque, haga los siguiente y entreténgase:

Cambio de lugar (aplicación topológica)

Cuando a Ud. lo llamen haga lo mismo. Póngase Ud. en el lugar de la empresa y pídale a la telefonista su nombre (completo) (signo2) y su Rut (signo1). Si no se lo dan, conteste lo mismo que le dicen a Ud.: - Ahhh no le voy a "poderle contestarle" na'. Y cuelgue.

Es probable que en lo inmediato no pase mucho, pero si consideramos que si hacemos tan masivo como ellos esta práctica (y todos contestamos la misma wea), es altamente probable que la inversión que ellos hacen les va a resultar tan poco efectiva que finalmente dejarán de wevear.


En el próximo capítulo veremos como contestarle al Metro S.A.


domingo, agosto 31, 2008

La diferencia con el mundo.

5 parroquianos

¡¿Quién es Ud.?! ¡¿Qué hace aquí?!... ¡Ya!... ¡Váyase! Gritaba una vieja arteriosclerótica a un niño de 8 años y éste, a su vez, la azuzaba para irritarla aún más. La vieja arremetía con más fuerza en su pregón, como si ella misma hubiese sido el panal de abeja que con un palo el mozalbete agitaba. La escena se repetía cada vez que el imberbe llegaba a esa residencia donde habitaba la anciana y terminaba cuando la hija de la vieja, calmándola, la retiraba a su habitación ¿Cuándo terminó definitivamente ese diálogo insulso? cuando la vieja ya no pudo más y murió producto de una oclusión en sus arterias. Pero lo que en ese lugar un día concluyó permanece hasta hoy como una interpelación casi insolente: ¿Quién es Ud.? ¿Qué hace aquí?... ... ¿Qué lo lleva a escribir esto?

El Yo y el otro

Una interpelación que evoca a la diferencia más que a la alteridad de un otro desprovisto de corporeidad; el interlocutor, por su proximidad, es un otro que interpela directamente, pero en ese llamado de atención hay un contenido no desvelado ¿Por qué hacer la pregunta nuevamente? Ese niño ya tiene nombre y, por tanto, es improcedente la interrogación, más aún viniendo de alguien que está privado de la razón ¿Qué le puede decir alguien a otro estando privado de la razón? Precisamente, eso es lo preocupante, que desde lo razonable no se espera que ese otro diga algo, y sin embargo lo dice, y lo que dice importa a la Razón. Nuevamente ¿quién es Ud.? (Qué agotadora pregunta) Señor lector lo mejor es que no trate de contestarle porque a la vieja no le interesa lo que Ud. diga y lo que diga es para Ud. mismo. De eso precisamente se trata. Lo que a ese otro interesa no es de interés del que está en este lado, lo que a ese otro interesa es ininteligible, y por eso lo que está de este lado es lo razonable..., porque está de este lado, porque así se ha dicho. Para contestar la pregunta no basta con mirar la cédula de identidad y encontrar en ella una definición, la pregunta ha sido formulada por otro y es en relación a ese otro que se espera una respuesta, no para él sino para uno mismo.


Aun cuando la pregunta es para uno mismo, lo que está en la cédula de identidad ha sido dado por otro, es la sociedad, a través de los padres de cada uno de sus miembros, la que ha dicho quién es este sujeto.


La anulación de ese otro irrazonable termina en la inminencia de una separación, de una expulsión: ¡Váyase! Y el lugar que se ha de dejar vacío es el de la cercanía con la sinrazón, con su corporeidad. De ahí en más la diferencia será la alteridad. Lo diferente es aquello que está afuera, exiliado de la comunidad y que aparecerá como hecho exótico cuando esa cercanía se produce.


¿Qué es lo que ese otro pone en disputa? Interroga no sólo por lo que se es (tensión interna), sino también por el lugar que se ocupa (tensión exterior); ser o estar. Es eso lo que entra en disputa con el otro, el lugar. Ese lugar siempre había sido ocupado por el niño, pero luego llega un niño adulto (o vieja esclerótica) que le hace preguntas al primero por el derecho a ocupar ese lugar, no se lo niega, no se lo quita, no se lo arrebata, simplemente le hace la peor de las preguntas y que puede ser traducido como: qué dice que este lugar ha de ser ocupado por ti. Ni siquiera es una pregunta por la pertenencia o la propiedad. Se refiere a una pregunta por estar en el mundo, se refiere a: ehh, tú, parado ahí, quién te ha dicho que te puedes parar ahí y no allá, quién te ha dicho que te puede parar. Devolver la pregunta no tiene sentido, porque el otro la hace desde el sinsentido: ¿Qué sentido tiene hacerle una pregunta al sinsentido? Es entonces que la respuesta del niño no es una pregunta sino que se manifiesta en el acto de azuzar al otro, sin saber que lo que se mueve producirá tantas preguntas como las picadas de las abejas al agitar su panal; el otro no va a contestar sino con lo que ya dijo, pero eso que dijo, después de agitar, se devuelve a uno mismo con múltiples sentidos (y picaduras), “la paradoja es primeramente lo que destruye al buen sentido como sentido único, pero luego es lo que destruye al sentido común como asignación de identidades fijas”[1]. Esas nuevas preguntas irán a cuestionar, a exiliar del lugar al agitador, porque no es un lugar que le corresponda, ese espacio es el de la sinrazón y que sólo sirve de referencia para saber lo que es razonable. Pero el niño no se va por mutuo propio, es echado y quien lo exilia no es la vieja, es la hija de la vieja, que siendo adulta, madura y no afectada por enfermedad que nuble su razón, echa al niño del mundo de la sinrazón, o del mundo en que la razón puede tutearse con la sinrazón, pero a la vez que lo echa levanta una frontera entre uno y otro lugar que no podrá ser de nuevo franqueada. Así, el niño regresa quieto y manso, y con esa tranquilidad es posible escribir esto hoy, sabiendo que se está en lo razonable porque se ha visto la diferencia, se ha visto la sinrazón.


Aún sabiendo que se está en el lado de la razón, por la certeza que produce el avistamiento de la diferencia, será necesario volver, por momentos y una y otra vez, para indagar si es cierto eso que se descubrió y que la hija de la vieja, con el exilio, le enseñó. Pero ese deseo no será más que una añoranza. Ahora adulto, en el mundo de la Razón, se debe asegurar esa diferencia contra los fragmentos que de la locura de la vieja quedaron esparcidos en los manuales psiquiátricos.


El aprendizaje también atañe a la posición que cada uno de los personajes ocupa en este relato que no es historia, que no alcanza a ser un cuento, pero que escenifica la identidad del que luego será un sujeto moderno; la vejez representa un linde entre la sabiduría y la locura, y contrasta con la infancia donde el niño representa la inmadurez y la no sabiduría o, cierto grado de distancia respecto de lo que es racional. Así, la niñez y la vejez se hacen guiños, pero una saliendo de la Razón y la otra entrando en ella. En el medio, la hija de la vieja ocupa el lugar de la sociedad, de lo moderno, de la definición de lo que es razonable y que, por una parte, exilia al niño a ese mundo y, por otra, recluye (en el dormitorio, en el hospital) a la vieja para que no se “mezcle”, no contamine, a quién se aproxima a la sociedad moderna. Pero representa también el poder que confiere la razón en su uso discursivo, con ese poder es que se puede decidir el linde entre lo que es o no razonable.


El aprendizaje de esa diferencia no volverá a suceder como escena de la vida cotidiana. La vieja que representa esa diferencia “próxima” muere y con ella su deambular en la comunidad. Su perecer no es inocuo, agrega una nueva deuda a cada uno de sus individuos en pos del desarrollo. Para volver a indagar esa diferencia será necesario recurrir a escenas artificiosas, experimentales y cauteladas por profesionales de los hospitales psiquiátricos; habrá que recurrir a la literatura o al cine para fantasear un diálogo. Es probable que esta haya sido la última vieja que anduvo suelta y si en la modernidad usted quiere encontrar una, sólo conseguirá los restos del voceo o de su definición en el DSM IV.



[1] Deleuze, Guilles: “La Lógica del Sentido”. Edición Electrónica de www.philosophia.cl / Escuela de Filosofía Universidad ARCIS. 14 de mayo de 2008. Página 10.

jueves, junio 19, 2008

Cuando dejamos de creer

3 parroquianos

El presente texto es parte de un documento mayor, destinado a obtener un grado académico.


El mundo no siempre fue la oposición que hoy llamamos binaria. Esta forma de comprender o separarlo refleja más bien el cambio de época y el reentendimiento de los individuos que forman parte de la sociedad. Por el contrario, antes de la modernidad, el juego de tres elementos hace que las cosas adopten formas únicas; el mensaje de un loco puede tener una relación con la verdad y su contenido señala algo a los receptores del mensaje; podría estar más cerca de lo divino (o del infierno) mientras más alejado se encuentre de la razón. El caso es que lo dicho por ese otro no sólo está relacionado en su validez con la razón, también con la verdad o su búsqueda en el marco donde la religión y Dios son el centro del universo. Así, el discurso verdadero lo disputan los alquimistas, brujas, hechiceros y curas. Claro está quiénes son los que ejercen la hegemonía y lo que sucede a los que se le oponen y no están en el círculo del poder. Sin embargo, quienes no ejercen la hegemonía no son ignorados, todo lo contrario, por el contenido de su discurso, por tenerlo presente, por temerle, por cuestionar su autoridad, es que se los quema en la hoguera, se les combate o se les exilia. La guerra entre esos discursos es el lugar donde se disputa la forma en que se ordena el mundo, el criterio para escribir la historia y la verdad que lo produce. Luego, en la modernidad ese contenido y su tensión con la locura o la hechicería dejarán de ser relevante en tanto la razón no lo validará como discurso, sino como patología. Consecuentemente, la religión dejará de ser el campo de batalla para ser reemplazado por la ideología.

En la premodernidad la identidad, siempre anclada en la comunidad, toma como contenido la forma en que se relacionan los individuos. La satisfacción de necesidades está en la base de la fijación del individuo al grupo y el loco no está excluido del discurso que la comunidad estructure como cosmovisión del mundo. La lógica ternaria[1] determina una identidad donde cada uno de sus miembros puede ver en el discurso de ese otro, loco, la posibilidad de un mensaje que se refiere a la verdad y que en lo fundamental lo confronta a un mundo ordenado por el vínculo de los discursos divinos que circulan por la comunidad.

El individuo se enfrenta directamente contra otros y se define en base a una relación con otro corpóreo. Al individuo el hechicero, el alquimista, la bruja, el loco, el cura lo increpan, lo aconsejan, lo orientan, lo amedrentan, lo felicitan... Es una relación que revela en el cuidado de la comunidad, la existencia de otros mensajes que atestiguan la diferencia. Ahí se podría haber definido un sujeto. Ese otro “irrazonable” está dentro del círculo de la comunidad, circula libremente dentro de ella. Pero no es el único distinto, también hay una diferencia que se mueve por el exterior, como los que profesan otra religión, los que pertenecen a otra cultura. El individuo se mueve entonces en dos esferas que le permiten diferenciarse, una como individuo donde siempre predomina la identidad de la comunidad y otra como perteneciente a una comunidad que no es la de los extranjeros y que lo diferencia de ese afuera; diferencia externa que en el discurso propio amenazan la cohesión (aunque la mayor amenaza para la mantención del grupo es más interna que externa, “lo extraño no está afuera, está adentro”[2]) y que sirve de excusa para imponer “a todos por igual su camino para conseguir dicha y protegerse del sufrimiento”[3].

En la modernidad al contraerse la comunidad lo hacen también las esferas de diferenciación; el sujeto ancla su punto de capitón en el cogito cartesiano, en su razón, que es la razón creada por la ciencia. El cielo se derrumba y también el vértice que lo sostenía. Ese discurso deja de ser en el sujeto una posibilidad de ordenamiento verdadero del mundo, se convierte en patología y si antes la brujería era punida por la iglesia, hoy no pasa de ser una mercancía inofensiva para cualquier mortal incrédulo. La ofensa a la razón tiene como consecuencia su negación como discurso y su encierro como sujeto; “La locura no es ya la rareza familiar del mundo; es solamente un espectáculo muy conocido para el espectador extraño; no es ya una imagen del cosmos, sino el rasgo característico del acvum”[4]. Cuando el delirio dejó de ser colectivo, los persistentes debieron ser encerrados.

Destruido el eje de la lógica ternaria, encerrado el loco, convertida la bruja en mercancía, el ciudadano no ve la razón para seguir perteneciendo a la comunidad. El contrato tácito que lo mantenía se ha convertido en una expresión escrita de la libertad del hombre. La identidad no tiene en la modernidad ese referente divino mediatizado por estos personajes; ya no es ternaria, se le contrapone ahora un síntoma, una patología, uno mismo en el otro inconsciente, es donde uno ya no habla, es binaria, es fantasmal.

La modernidad escinde en paciente y delirio el discurso de ese individuo loco. Socialmente predomina su patología; fragmento del individuo que se hace extensivo en su tratamiento o en los proyectos de integración educativa: - Ese es down mosaico, o tal vez down leve, quizá deficiente mental. La locura sucumbirá primero al exilio, como los dioses descritos por Heine, y quedará desligada de todo ropaje extrasensorial, subsumida en su único par, la razón. Contra ese puro fragmento se fundará el sujeto moderno y lo único que quedará de ese loco serán restos literarios que “hace girar los saberes, ella no fija ni fetichiza a ninguno; les otorga un lugar indirecto, y este indirecto es precioso. […] la literatura trabaja en los intersticios de la ciencia, siempre retrasada o adelantada con respecto a ella”[5]



[1] Al respecto Michel Foucault, en “Las palabras y las cosas” Ed. Siglo XXI. Vigésimo tercera edición 1995, página 50, señala: “Durante el renacimiento, la organización es diferente y mucho más compleja; es ternaria, puesto que se apoya en el dominio formal de las marcas, en el contenido señalado por ellas y en las similitudes que ligan las marcas a las cosas designadas; pero como la semejanza es tanto la forma de los signos como su contenido, los tres elementos definidos de esta distribución se resuelven en una figura única.

[2] Braunstein, N. y otros: “Nada más que siniestro (unheimlich) que el hombre”. En Braunstein, N.: “A medio siglo de El malestar en la cultura de Sigmund Freud”. Editorial S. XXI. Novena edición 2005. México. Página 207.

[3] Freud, S.: El malestar en la Cultura”. En Braunstein, N. y otros: “A medio siglo de El malestar en la cultura de Sigmund Freud”. Editorial S. XXI. Novena edición 2005. México. Página 46.

[4] Foucault, M.: Historia de la locura en la época clásica”. Tomo I. Editorial Fondo de Cultura Económica. Original 1964, Paris. Francia. Tercera reimpresión 1992. Argentina. Pagina 47

[5] Barthes, R.: “El placer del texto y lección inaugural”. Editorial Siglo Veintiuno. México. Primera edición en español 1982. Novena edición 1996. Página 124